Dr. Martin Seligman |
Optimistas y pesimistas habitan mundos diferentes, reaccionando a las mismas circunstancias de maneras completamente diferentes. El Dr. Martin Seligman, ex presidente de la Asociación Americana de Psicología, identificó tres características del pensamiento pesimista. Él los describe en su fascinante libro “Aprendiendo Optimismo: Cómo Cambiar Su Mente y Su Vida”.
La primera es la permanencia. Esto significa considerar eventos temporales y pasajeros como perdurables e inmutables. Por ejemplo, su jefa lo regaña por algo. Tú reaccionas pensando “realmente la odio”, y continúas desde ahí pensando en todas las cosas que no te agradan de tu jefa. La reprimenda de tu jefa es un evento aislado y pasajero, pero tú lo conviertes en algo permanente, pensando “ella siempre es así, nunca va a cambiar”. Por el contrario, una persona optimista piensa, “la jefa está de mal humor hoy, debe tener algún problema en mente”, limitando ese evento a ese día y no extendiéndolo más allá.
La segunda característica es la generalización. Cuando algo va mal, el pesimista piensa que todo está mal. Es como pensar que no podrás dominar ninguna asignatura escolar porque las matemáticas son difíciles para ti. Cuando alguien señala un error de una persona con esta actitud, piensa: “no soy bueno, no puedo hacer nada bien”, y se entristece en lugar de pensar de que hay algo que necesita ser corregido. Estos individuos piensan que su valor como personas ha sido cuestionado y rechazado. Una sola mancha se convierte en una enorme nube negra que llena sus mentes. Pierden la confianza y cometen más errores, creando un espiral descendente.
La tercera característica del pesimismo es la personalización. Esto es, pensar que todo lo malo que pasa es culpa tuya, y que todo lo bueno debe ser adjudicado a otras personas o al azar. Por ejemplo, cuando un atleta o un equipo optimista pierde un partido, ellos piensan “a veces pierdes, a veces ganas” o “el otro equipo está jugando realmente muy bien hoy”. No se limitan a culparse a sí mismos por haber perdido. Pero cuando un atleta pesimista pierde, el piensa “perdí mi concentración, dejé pasar demasiadas oportunidades en el partido”, o “jugando de esta manera, nunca vamos a ganar”. Cuando se enfrentan dos equipos del mismo nivel de habilidad, el equipo optimista tiene más posibilidades de ganar, explica el Dr. Seligman.
Por supuesto, no podemos perder de vista la realidad, en una versión extrema del optimismo, culpar alegremente a los demás de todo lo malo que sucede. De todos modos, el pesimismo nos lleva a criticarnos a nosotros mismos innecesariamente.
Cuando me encontré con el Dr. Seligman durante su visita a Japón en 1997, le expresé mis opiniones acerca de su punto de vista. Me di cuenta de que la mente es una cosa maravillosa. Como escribió Milton en “Paraíso Perdido”:
“La mente es su propio lugar, y en si misma
Puede crear un Paraíso del Infierno, un Infierno del Paraíso.”
El Budismo enseña que la calidad de nuestras vidas depende en última instancia de nuestro estado mental. El Budismo es una psicología de la esperanza, y “Esperanza” es mi palabra favorita. Asintiendo, el Dr. Seligman inclinó su enorme cuerpo hacia mí y me dijo: “El optimismo es esperanza. No es la ausencia de sufrimiento. No es estar siempre feliz y satisfecho. Es la convicción de que, aunque uno pueda fallar o tener una experiencia dolorosa en algún lugar, en algún momento, uno puede hacer algo para cambiar las cosas”.
Según el Dr. Seligman, la gente optimista tiene más posibilidades de tener éxito en su trabajo o en sus relaciones personales. Son más saludables y viven más tiempo. Señala que el impacto de nuestra actitud sobre nuestra salud se hace más pronunciado a partir de los cuarenta años.
Las teorías del Dr. Seligman están basadas en la idea de que las personas pueden cambiar. Cambiando nuestra forma de pensar, podemos cambiar nuestras vidas.
Durante nuestra charla, el Dr. Seligman comentó que la psicología después de la Segunda Guerra Mundial estaba preocupada sobre todo por aquellos que tenían profundos problemas psicológicos. Me explicó que, de todos modos, él aspiraba a lo que el llamó una “psicología positiva”, una que le dé a las personas coraje, esperanza y fortaleza.
El Dr. Seligman confesó que el mismo era un pesimista por naturaleza: él tuvo que aprender a ser optimista. Cuando él tenía tan solo 13 años, su padre sufrió una serie de derrames cerebrales debilitantes que lo dejaron paralizado. Su padre perdió todas las esperanzas y se hundió en un terrible sentido de impotencia. Permaneció en ese estado hasta su muerte, muchos años después. Al ver esto, el Dr. Seligman decidió investigar qué es lo que hace a la gente sentirse impotente y si podría haber alguna forma de superar estos sentimientos.
Quizás porque él fue originalmente motivado por estos tristes eventos, la erudición del Dr. Seligman está impregnada de una cálida humanidad, el noble objetivo de ayudar a los demás. Su “Revolución Psicológica”, basada en la profunda confianza en el potencial positivo de los seres humanos, ha sido llamada por algunos el más importantes avance en psicología desde Freud.
El Dr. Seligman enfatiza la necesidad de tomar conciencia de las explicaciones que hacemos sobre los eventos, el diálogo inconsciente que mantenemos en nuestro interior cuando nos topamos con algún tipo de problema. Tendemos a no darnos cuenta de los caprichos de nuestro propio pensamiento, porque con los años se han vuelto habituales.
Uno de los métodos que el Dr. Seligman sugiere para que las personas tomen conciencia de estos hábitos de pensamiento es el de escribir lo que estamos pensando a nosotros mismos cuando nos encontramos en una situación frustrante menor. Si nos encontramos con que tendemos a reaccionar a los eventos en forma pesimista, podemos practicar “refutando” nuestras propias creencias negativas para superar esa tendencia.
Por ejemplo, supongamos que has llamado a un amigo y le has dejado un mensaje para que te llame, pero él no te ha devuelto la llamada. Las personas con hábitos de pensamiento pesimistas se explican a sí mismos esta situación pensando “él me debe estar ignorando”. Cuando la conversación es con nosotros mismos, parecemos estar preparados para pensar lo peor. Este es el motivo por el cual aprender a refutar objetivamente nuestras propias creencias negativas puede ser de ayuda: “de hecho, él siempre ha sido amable conmigo. Él no me está ignorando, él ya me había dicho que está teniendo una semana muy ajetreada”.
O podrías intentar decirte a ti mismo: “Aún si me estuviera ignorando, cuál es el problema? No puedo ser perfecto en todo y no le voy a caer bien a todo el mundo todo el tiempo. Más allá de lo que los demás piensen, estoy haciendo mi mejor intento. Me voy a dar crédito por al menos intentarlos!”.
El Dr. Seligman dice que debemos practicar este tipo de pensamiento optimista, inscribiendo frases optimistas en nuestra mente. La oración o la meditación también pueden inculcar hábitos mentales positivos. Una vez que hemos adquirido la habilidad de ser optimistas, es muy parecido a aprender a nadar o a andar en bicicleta.
Como señalé anteriormente, el Budismo es una psicología de la esperanza. Un Buda es alguien que tiene un completo entendimiento y dominio de los poderes insondables de la mente. Cambiando nuestro estado mental podemos abrir el camino a infinitas esferas de cambio positivo. Este proceso es lo que yo llamo “Revolución Humana”.
La Filosofía Budista explica claramente que una profunda transformación en el estado mental de solo individuo (la Revolución Humana de una sola persona), puede tener influencias positivas en la sociedad entera. Si nuestra mente tiene el poder de cambiar el mundo, como no podría cambiar nuestras propias vidas personales?
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