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Este blog tiene como único fin presentar artículos traducidos al español públicados por la Soka Gakkai Internacional y/o Daisaku Ikeda, Presidente de dicha organización. Este espacio no publica ni produce contenidos propios, solo es un intento de hacer llegar a hispanoparlantes los contenidos publicados por dicha organización originalmente en inglés. En cada artículo traducido, se incluirá la referencia al artículo original para que pueda constatarse el origen de dicha información.

lunes, 30 de julio de 2012

DIÁLOGO, por Daisaku Ikeda

Frases de Daisaku Ikeda publicadas en
http://www.ikedaquotes.org/dialogue


El diálogo es una aventura, una aventura al alcance de todos. Y a veces, es una aventura que puede cambiar la historia.


El diálogo no es cierta afirmación simplista de la propia posición, ni se trata necesariamente de persuadir a los demás del propio punto de vista. El diálogo es acerca de demostrar respeto por la vida de los demás, y estar determinado a aprender cuando nos confrontamos con diferencias en las personalidades y las perspectivas.


La señal de la sabiduría reside, más que en cualquier otra cosa, en la habilidad de escuchar.


¿Cómo puede la humanidad del siglo 21 superar las crisis a las cuales nos enfrentamos?  No hay, por supuesto, soluciones simples ni “varitas mágicas” que podamos ondear para hacerlo mejor. El núcleo de nuestro esfuerzo debe ser extraer el máximo potencial del diálogo. Mientras continúe la historia de la humanidad, deberemos afrontar el perenne desafío de construir, mantener y fortalecer la paz a través del diálogo.


Tener fe en el poder del diálogo es creer en la promesa de la humanidad.


No nacemos humanos en ningún otro aspecto que no sea el biológico: es solo por la inmersión en el “océano del lenguaje y del diálogo” alimentado por los manantiales de la tradición cultural que nosotros podemos aprender a conocernos a nosotros mismo y a los demás y de esa manera aprender la manera de ser humanos.


La pasión inspira la pasión, y apelar a la sinceridad genera sinceridad. El diálogo genuino es precisamente este tipo de profunda interacción de vida a vida.


Mientras continúe la historia de la humanidad, deberemos afrontar el perenne desafío de construir, mantener y fortalecer la paz a través del diálogo, y convertir al diálogo en el claro y certero camino hacia la paz. Debemos revindicar y proclamar esta convicción sin cesar, sin importarnos las sonrisas soberbias ni las críticas cínicas que recibamos.


Extingamos las flamas del odio con el torrente del diálogo.


El diálogo es como un drama en varios actos. Habrá momento en que vuelen chispas, y momentos de puro deleite donde reverberan los acordes de la simpatía. El diálogo vigoroso y vivaz se satisface y se completa con dinamismo.


Sin diálogo, los humanos estamos condenados a caminar en la oscuridad de nuestro propio dogma autorreferencial.  El diálogo es la lámpara que  disipa esa oscuridad, iluminando y haciendo visible para cada uno de nosotros nuestros propios pasos y los de los demás, y nos muestra el camino que tenemos por delante.


El diálogo comienza por la voluntad valerosa de conocer y ser conocido por los demás. Este es el esmerado y persistente esfuerzo por remover todos los obstáculos que oscurecen nuestra humanidad en común.


Cuando dejamos de mirarnos a nosotros mismo, cuando dejamos de cuestionarnos, nos volvemos dogmáticos y autorreferenciales. Nuestro discurso se vuelve unidireccional: No podemos escuchar a los demás, y el diálogo se vuelve imposible.


La clave del diálogo es el respeto por la otra persona, la voluntad de escuchar, y la predisposición para aprender de ellos.


Es en el océano del diálogo que  una persona se vuelve realmente humana. El diálogo es un desafío épico donde se requiere en primer lugar que te cambies a ti mismo, antes de cambiar a los demás.


Las dos ruedas que hacen avanzar el diálogo son la creencia de que todos poseemos una divinidad inherente, y un espíritu de incansable determinación  por aprovechar y sacar a la luz dicha divinidad.


Abrir un proceso de diálogo es el primer paso para despejar las nubes oscuras de la suspicacia, que son la semilla de la guerra y el conflicto. En aras de la paz global, es vital evitar el aislamiento de  cualquier nación o persona.


El verdadero coraje no se encuentra en forzar, se encuentra en el esfuerzo de comprometerse con el diálogo. Ahí es cuando la humanidad realmente triunfa.


El diálogo comienza por reconocer claramente la posición y los intereses de las partes involucradas y entonces identificar cuidadosamente los obstáculos al progreso, trabajando pacientemente por remover y resolver cada uno de ellos.  El diálogo es el compromiso constructivo definitivo del espíritu humano.


El diálogo genuino es un ejercicio espiritual incesante y profundo, orientado a alcanzar una transformación humana fundamental tanto en nosotros como en los otros. El diálogo nos desafía a confrontar y transformar nuestros impulsos destructivos inherentes a la vida humana. Creo sinceramente que la energía generada por este esfuerzo valeroso puede romper las cadenas de la resignación y la apatía que atan al corazón humano, desatando una confianza renovada y una visión para el futuro.


Las palabras dichas desde el corazón tienen el poder de cambiar la vida de una persona. Más aún, pueden derretir los congelados muros de la desconfianza que separan a las personas y a las naciones.


El verdadero valor del diálogo no se encuentra solamente en los resultados que produce, sino también en el proceso de diálogo en si mismo, en el cual dos espíritus humanos se comprometen el uno con el otro a elevarse a un plano superior.


Las personas y las sociedades que están abiertas al diálogo no se estancan, sino que crecen y se desarrollan.


El coraje de encontrarse y hablar con las personas es absolutamente crucial. Elegir el diálogo es en si mismo un triunfo para la paz y para la humanidad.

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