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Elevar el propio pensamiento y ver las cosas desde otra perspectiva es el primer paso para transformarse tanto a uno mismo como al entorno.
Nada puede igualar la fuerza de aquellos cuyas vidas fueron formadas y forjadas a través del desafío y la superación de las dificultades. Este tipo de gente no le teme a nada. El propósito de nuestra práctica Budista es desarrollar tal fuerza y fortaleza. Cultivar un corazón invencible como este es, en si mismo, una victoria.
Cada vida humana, en conjunto con su medio ambiente, es una expresión de la fuerza vital fundamental del cosmos entero. Por consiguiente, cualquier cambio en la condición vital interna de un solo ser humano puede, en el nivel más profundo de la vida misma, ejercer una influencia en otras vidas humanas. Y partiendo del hecho de que la naturaleza y el cosmos son entidades vivas, las ondas emitidas desde una vida humana pueden sacudir las bases de otros seres vivos, y aun afectar a las formas inanimadas de vida.
No importa como son los demás o cómo es la sociedad. Lo más importante es preguntarte a ti mismo: “¿Qué debo hacer?” y “¿Qué puedo hacer?”. Aquel que se erige con coraje moral y convicción puede cambiar la sociedad y crear olas de transformación alrededor del mundo.
Los momentos en que experimentamos el más intenso sufrimiento, insoportable agonía y estancamientos aparentemente insuperables, son en realidad magníficas oportunidades para hacer nuestra revolución humana.
La transformación de un modo de vida centrado en uno mismo a uno dedicado al bienestar de los demás es el proceso de la Revolución Humana. Es una revolución que puede comenzar aquí y ahora, en el corazón de cada uno de nosotros.
La Revolución Humana no se puede precisar como algo específico. Es cualquier acción que conduzca a un cambio positivo o mejora en el estado de vida interno de una persona. Es un proceso continuo. La importante pregunta que debes hacerte a ti mismo es si estás en un camino de continuo crecimiento personal.
Nuestras vidas poseen inherentemente una energía ilimitada. Convocando esta fuerza, podemos romper el caparazón de nuestro pequeño yo que limita nuestras vidas. El proceso de revolucionar nuestras propias vidas y ayudar a otros a hacer lo mismo, puede transformar la sociedad y, en última instancia, elevar el estado de vida de la humanidad.
Cuando cambiamos, el mundo cambia. La llave de todo cambio está en nuestra transformación interna, un cambio en nuestras mentes y nuestros corazones. Eso es la Revolución Humana. Todos tenemos el poder de cambiar. Cuando tomamos conciencia de esta verdad, podemos traer ese poder en cualquier lugar, en cualquier momento, y en cualquier circunstancia.
Existe todo tipo de revoluciones: políticas, económicas, científicas, artísticas. Cada una tiene su propio significado y, a menudo, su propia relevancia. Pero no importa lo que uno cambie, el mundo nunca mejorará mientras la gente (la fuerza conductora y el impulso detrás de todo intento) se mantenga egoísta y carente de compasión. A este respecto, la Revolución Humana es la más fundamental de todas las revoluciones, la revolución más necesaria para la humanidad.
Una gran Revolución Humana en tan solo un individuo ayudará a lograr un cambio en el destino de una nación y, más allá de eso, hará posible un cambio en el destino de toda la humanidad.
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