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Este blog tiene como único fin presentar artículos traducidos al español públicados por la Soka Gakkai Internacional y/o Daisaku Ikeda, Presidente de dicha organización. Este espacio no publica ni produce contenidos propios, solo es un intento de hacer llegar a hispanoparlantes los contenidos publicados por dicha organización originalmente en inglés. En cada artículo traducido, se incluirá la referencia al artículo original para que pueda constatarse el origen de dicha información.

lunes, 28 de abril de 2014

Causa y Efecto, por Daisaku Ikeda

Artículo publicado en http://www.ikedaquotes.org/stories/cause-and-effect.html

A medida que la vida se somete a la eterna repetición de nacimiento y muerte, se expande en forma libre y dinámica, siempre cargada con un potencial ilimitado para la superación personal. Esta visión de la vida eterna concuerda con la filosofía budista de la causalidad.

Los organismos vivos eternamente van y vienen entre la vida y la muerte, siendo estas las dos fases de la existencia. Las causas establecidas por una persona en el presente se manifiestan como efectos en el futuro.

Si las personas aplicaran esta simple ley en sus vidas, posiblemente desarrollarían una actitud constructiva y esperanzada hacia sus actividades cotidianas, y reconocerían el verdadero valor de la vida en este mundo presente. El futuro no existe separado del presente, ni va a permanecer fijo en un plano único.

Qué y cómo seremos en el futuro depende de lo que hagamos ahora. Cada acto y pensamiento desempeña un papel en la conformación de nuestra existencia, tanto en la vida como en la muerte. La ley de la causalidad impregna y moldea el gran flujo eterno de la vida cósmica.

¿Cuáles son, entonces, las consecuencias prácticas de esta filosofía? ¿Cómo debería afectar esto nuestra conducta y nuestro punto de vista?

En primer lugar, nos da el coraje para desafiar tanto a la vida y como la muerte. Nos permite ver la muerte no como algo desconocido y aterrador, sino como una fase normal de la existencia que alterna con la vida en un ciclo eterno.

En segundo lugar, nos enseña a atesorar la vida que estamos viviendo, e intentar hacerla lo más valiosa posible. Si creemos en nuestro corazón que nuestro comportamiento actual crea y determina nuestra existencia futura, nos esforzaremos para cultivarnos a nosotros mismos y obtener lo mejor de lo que nos ofrece cada día.

En tercer lugar, nos enseña que la única manera de alcanzar el máximo potencial de la raza humana es vivir vidas justas, amables, benevolentes y compasivas. Nos ayuda a ser conscientes de que cada actividad en la que nos involucramos puede ser fuente de crecimiento y auto-transformación. Es reconfortante saber que las semillas de buena fortuna que acumulamos a través de nuestra conducta no son disminuidas por la muerte, integradas con la vida misma y optimizando nuestro ser eterno.

Por último, esta forma de pensar nos permite controlar y dominar nuestros deseos instintivos, reorientándolos de una forma tal que eleven nuestro estado de vida. Aprendemos a evitar las trampas del hedonismo y el pesimismo, para encontrar la alegría y la verdad en la compasión, en lugar de una efímera esperanza en renacer en algún otro mundo.

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