NamMiohoRengueKio

--PÁGINA NO OFICIAL--
Este blog tiene como único fin presentar artículos traducidos al español públicados por la Soka Gakkai Internacional y/o Daisaku Ikeda, Presidente de dicha organización. Este espacio no publica ni produce contenidos propios, solo es un intento de hacer llegar a hispanoparlantes los contenidos publicados por dicha organización originalmente en inglés. En cada artículo traducido, se incluirá la referencia al artículo original para que pueda constatarse el origen de dicha información.

jueves, 15 de mayo de 2014

David Norton: La vida como una aventura, por Daisaku Ikeda

Artículo publicado en http://www.sgiquarterly.org/global2002Apr-1.html

David Norton
Mucha gente habla de filosofía, pero pocos realmente la aplican a su vida. El fallecido Dr. David L. Norton, profesor de filosofía en la Universidad de Delaware, era alguien que practicaba lo que predicaba y que vivió de acuerdo con sus convicciones.

Cuando habló de la educación y de las teorías educativas de Tsunesaburo Makiguchi, fundador de la Soka Gakkai en 1930, las palabras del Dr. Norton resonaron con gran profundidad:

"El señor Makiguchi trabajaba con la profunda verdad de que todos los seres humanos tienen un deseo innato por aprender y crecer. Esto lo vemos en los niños pequeños. Cuando aprenden a caminar, por ejemplo, dan sus primeros pasos y sus rostros se iluminan de alegría. Y desde ese momento, no podemos impedir que caminen".

"Lo que Makiguchi reconoció", me dijo, "es que es imperativo que la educación cultive y fomente este deseo innato de aprender: debería ayudar a que este deseo crezca aun más, en lugar de sofocarlo o matarlo... Por desgracia, en los tiempos de Makiguchi, la educación en Japón aplastó ese deseo innato, al igual que la educación en Estados Unidos".

Norton insistió en que hay que brindar a los niños la alegría de aprender. Debemos intentar preservar las caras sonrientes de los niños cuando dan esos primeros pasos en la infancia. Seguramente esta alegría por el logro es el símbolo perfecto del espíritu de un niño. Makiguchi lo llamó "la felicidad de la creación de valor". Norton lo describió como "la felicidad de la auto-realización."

Norton experimentó intensamente esto cuando, a la edad de 16 años, vio a los “saltadores de humo” que combatían un incendio forestal en Priest River, Idaho. Los “saltadores de humo” son bomberos voluntarios que en se lanzan en paracaídas en zonas de difícil acceso, y cortan árboles o cavan trincheras para evitar que los incendios forestales se propaguen.

Esto no es solamente un trabajo pesado, sino también muy peligroso (no es el tipo de trabajo que atraería a la gente más joven). Pero para el joven Norton, los bomberos paracaidistas eran profundamente inspiradores. Al  verano siguiente, él mismo se convirtió en uno. Estaba convencido de que enfrentar a los propios temores y servir a la sociedad hace la vida más noble.

Norton llama la experiencia de bombero paracaidista una "experiencia cumbre". Dijo que poniéndose en peligro y poniendo a prueba su valor, sintió una tremenda expansión de su potencial. Poner su vida al límite le dio la tranquila confianza de que no había nada que no pudiera hacer si lo intentaba.

Comparó a los bomberos paracaidistas con el ideal del bodhisattva en el Budismo. Dijo que todos eran personas comunes, pero al trabajar por el bien de los demás, los bomberos paracaidistas fueron capaces de conectarse con su potencial oculto.

Norton creía que el movimiento de creación de valor de la Soka Gakkai, asume el reto de alimentar el deseo de aprender. Quedó impresionado cuando visitó las escuelas Soka. "Los ojos de todos los niños son brillantes", dijo. Le encantaba el nombre de "Soka", o creación de valor, y él consideró a su encuentro con las ideas del educador japonés Makiguchi como uno de los eventos más inspiradores en su vida. Y hasta el final llevaba su pin de la Universidad Soka, que le habían dado cuando recibió un doctorado honoris causa, con el orgullo más profundo.

En agosto de 1990, en un establecimiento de la Soka Gakkai en Nagano, Norton me dijo que tenía un gran respeto por la frase "cereza, ciruela, melocotón y albaricoque". Esta es la visión Budista de la naturaleza humana: como la cereza, la ciruela, el melocotón y el albaricoque, todos los seres humanos tienen su propia forma diferente de florecer y dar fruto, su propia manera de expresar su individualidad.

Le respondí: "Este es el espíritu original del Budismo. El carácter único de cada persona, país y cultura debe ser respetado al máximo, y los lazos de amistad se deben formar en igualdad de condiciones. La insistencia en la uniformidad, la arrogancia de la autoridad y el deseo de reprimir y controlar a los demás van en contra de todo lo que el Budismo enseña, y en contra del espíritu de la verdadera educación".

La puerta de la felicidad sólo se puede abrir desde adentro. El objetivo del Budismo es permitir a cada ser humano alcanzar el florecimiento de su potencial inherente, para cultivar la bondad innata en cada uno de nosotros. La educación debe compartir el mismo objetivo: conseguir la manifestación de este potencial inherente.

El joven que ganó confianza al convertirse en bombero paracaidista estaba convencido de que no debía vivir como los demás le dijeran, sino de acuerdo a sus propias aspiraciones y deseos internos.

A los 35 años, llegó a un punto de inflexión, dejando su profesión como ingeniero y embarcándose en el estudio de la filosofía. Esta fue otra aventura. Se convirtió en un estudiante de posgrado de la Universidad de Boston y obtuvo su doctorado en filosofía en sólo dos años.

Para Norton, el estudio de la filosofía no era una búsqueda intelectual abstracta; más bien, él la vio como un medio para ayudar a las personas a ser felices.

Él veía favorablemente el hecho de que desde su fundación la Soka Gakkai haya luchado contra la opresión en Japón. Incluso hoy en día, afirmó, resiste fuerzas que intentan volver a Japón al estado autoritario de hace 50 o 60 años. En su opinión, la Soka Gakkai ha jugado un papel fundamental en el fortalecimiento de la democracia japonesa desde la Segunda Guerra Mundial. Definió este apoyo de la democracia como el fomento de la motivación interna de las personas y su espíritu de independencia.

Afirmó que los poderosos odian y temen cualquier movimiento que incentive a la gente a pensar, ver y decidir por sí misma. La esencia de la filosofía educativa de Makiguchi fue enseñar a los niños a desarrollar un espíritu independiente de forma tal que nunca siguieran ciegamente los dictados de la autoridad. Y esto fue lo que hizo que los militaristas intentaran silenciarlo.

La educación, el gobierno y la religión: todos existen para promover la felicidad de las personas. Si no hacen esto, argumentaba Norton, ¿para qué sirven? En esto, él era un poderoso campeón del humanismo. Fue capaz de penetrar en la esencia de la humanidad, ya que su aprendizaje iba unido a su experiencia personal y a su carácter.

Lo mismo puede decirse de Makiguchi. Cursó sus estudios en condiciones adversas. Él nunca se graduó de una de las prestigiosas universidades imperiales, tan necesario para el reconocimiento académico en el Japón de la preguerra. Por esto mismo, cuando por primera vez intentó publicar su teoría de la educación de creación de valor, fue atacado por su arrogancia. ¡¿Cómo se atreve un simple director de escuela primaria a ofrecer una teoría de la educación?! Los funcionarios del gobierno le dijeron despectivamente que debía dejar a un lado su investigación, tenerla como hobby al cual dedicarse luego de su retiro.

Pero no pudieron disuadir a Makiguchi. Estaba motivado por su profundo amor y preocupación por los niños de Japón, por encontrar una manera de ofrecer "un tipo de educación que haga que todos los niños sean felices". Él declaró: "Diez millones de nuestros niños y estudiantes se ven obligados a soportar las agonías de la competencia feroz: la dificultad de entrar en buenas escuelas, el infierno de los exámenes y la lucha por puestos de trabajo después de la graduación No podemos permitir que eso continúe en la próxima generación".

En julio de 1995, a la edad de 65 años, el Dr. Norton fue diagnosticado inesperadamente con un cáncer terminal. Ya estaba muy avanzado, y nada se podía hacer.

Su esposa Mary relata: "Temía que el dolor lo redujera, que lo hiciera dudar de su filosofía, pero no fue así. El dolor no tuvo chance... Él murió con gracia".

Mary Norton habló de la forma en que su marido veía su muerte cercana. Él le dijo que la gente hablaba de la muerte como de estar solo o aislado, pero él no se sentía así en absoluto. Dijo que se sentía rodeado por todos sus amigos (y me conmovió que me mencionara entre ellos) y por la gente que lo había inspirado: Thoreau, Emerson, Sócrates y Platón, por lo que no había nada de solitario en la muerte. Se enfrentó a la muerte sin miedo, y la consideraba simplemente como "otra aventura".

"Creo", contaba ella, "que era el mismo tipo de prueba que enfrentar un incendio forestal. Supongo que el primer aspecto de una aventura es que es una oportunidad para desafiarte a ti mismo. Te estás sacando a ti mismo de una situación cómoda, donde sabes lo que pasa, y en la que no tienes de qué preocuparte. Es una oportunidad para crecer. Es realmente una oportunidad para convertirte en aquello que debes ser... Pero es algo a lo que debes enfrentarte sin temor". Esto pone de relieve el espíritu con el que su marido vivió su vida.

Uno de los amigos de Norton intentó animarlo durante su enfermedad, diciéndole: "Debes luchar, Dave, y puedes ganar". Pero Norton se limitó a sonreír y responderle: "Yo ya he ganado".

No hay comentarios:

Publicar un comentario