El artista Chuck Close frente a su auto-retrato |
Es duro ver a nuestros niños luchar, ya sea contra una enfermedad, con las tareas escolares o con las diferencias con sus amigos. En el trabajo y en nuestras comunidades, generalmente es aterrador reconocer el fracaso, descubrir que debemos desarrollar un nuevo enfoque para un problema que considerábamos resuelto. En nuestras relaciones con la familia y los amigos, talvez parezca más fácil y menos doloroso evitar la fricción de opiniones diferentes a las nuestras. Pero lo que los artistas nos muestran es que estos desafíos no sólo son inevitables: la lucha, el fracaso y la diferencia puede llegar a ser chispas para nuestra creatividad.
Comprometiéndose con la Adversidad
Esto es especialmente cierto para el pintor Chuck Close. Sabía desde que era un niño pequeño que iba a ser artista. Pero para Close, el arte no era sólo diversión, era su manera más poderosa de conectarse, porque tenía graves dificultades de aprendizaje. "En los años 40 o 50 nadie sabía de problemas de aprendizaje; yo era solo un tonto", cuenta Close. "Aprendí muy pronto que, ya que no era atlético, no podía correr o saltar o coger una pelota, tenía que hacer algo para mantener a la gente a mi alrededor. Comencé a darme cuenta de que una de las cosas que podría hacer y que mi amigos no podían era dibujar".
Las inhabilidades de Close dieron forma a su tema y a su técnica. Pinta enormes retratos, sobre todo de sus amigos y miembros de su familia, aunque sufre de un trastorno llamado prosopagnosia, o ceguera para las caras; él no puede recordar rostros en tres dimensiones. Si lo conocieras hoy y luego se reencontraran mañana, no te reconocería. Pero una vez que pinta una cara, aplastándola en dos dimensiones, puede retenerla.
Close describe su enfoque artístico como "edificar" una pintura. "Parte de mi problema de aprendizaje era sentirme abrumado por el todo, y me resulto particularmente útil usar una cuadrícula para aislar una pequeña pieza en la que podía trabajar y olvidarme del resto de la imagen". Al principio, él borraba la cuadrícula a lápiz, pero en sus retratos más recientes el deja la grilla a la vista, lo que nos permite ver su proceso y su manera única de observar.
El novelista Richard Ford, que ganó un Premio Pulitzer por “Día de la Independencia”, describe un desafío similar en su infancia. Él relata que no leyó por placer hasta que tuvo casi 20 años, porque es gravemente disléxico. "Atravesé la escuela sin leer realmente más que lo mínimo, y aún hoy en día no puedo leer en silencio mucho más rápido de lo que leo en voz alta", cuenta Ford. "Pero había una gran cantidad de beneficios en ser disléxico para mí, porque cuando finalmente me reconcilié con lo lento que iba a leer, comencé a apreciar todas esas cualidades de la lengua y de las expresiones que no son sólo aspectos cognitivos. Las síncopas, los sonidos de las palabras, lo que las palabras parecen ser, donde rompen los párrafos, donde rompen las líneas, todos los aspectos poéticos del lenguaje. No era tan gravemente disléxico que no pudiera leer; solo tenía que hacerlo muy despacio. Y cuando así lo hice -demorándome en cada sentencia, ya que debía demorarme- heredé otras cualidades del lenguaje que creo que me han ayudado a escribir oraciones".
El Beneficio del Fracaso
El fracaso es a menudo un elemento esencial en la búsqueda del desarrollo de una perspectiva única. Como joven artista, Richard Serra se consideraba pintor, y vivió en Florencia, Italia, durante un año con una beca Fulbright. Mientras estuvo allí, viajó a Madrid, donde vio Las Meninas, obra maestra de Diego Velásquez de 1656. Es una enorme pintura de una joven princesa y sus siervos, y Velásquez se ha puesto a sí mismo en el cuadro, también. "Yo estaba allí de pie mirándolo", recuerda Serra, "y me di cuenta de que Velásquez estaba mirándome. En la mayoría de las pinturas, el objeto de la obra está representado en el cuadro, pero aquí había una reversión, en donde la perspectiva de la pintura estaba fuera de la pintura, como si una pared se hubiera caído y hubiese una caja transparente. Había una proyección hacia adelante, donde yo era parte de la pintura. Y pensé, 'yo soy el objeto del cuadro' ".
Caminando a través de una escultura de Richard Serra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York |
"Yo no podía hacer eso pintando. Estaba en el punto en el que usaba un cronómetro y pintaba cuadros aleatoriamente, y no estaba llegando a ningún lado. Así que volví, arrojé todas mis pinturas al Arno y pensé, 'Ahora voy a empezar a jugar'".
Enfocarse en el juego se convirtió en su serio propósito. Después de mudarse a Nueva York, Serra armó una lista de verbos - más de un centenar de ellos - que se lee como un poema de instrucciones de lo que puede hacer con varios materiales, comenzando por " rodar, curvar, plegar", y termina con "continuar". En la instrucción número cuatro, "levantar", Serra se dio cuenta de que había dado con algo importante. "Tomé un trozo de goma de unos 4 pies de ancho por 12 de largo, lo tome por su borde central, y lo levanté", cuenta Serra. "Yo pensé, 'Oh, cielos, esto es auto portante, es interesante, y tiene volumen como una escultura'. Haces estas cosas y piensas, 'Oh, déjalo como estaba y prueba otra cosa'. Y lo mantuve armado el tiempo suficiente para volver día tras día a pensar, 'Bueno, yo podría poner mi nombre en esto, ¿verdad?' "
Esta obra - To Lift - se encuentra ahora en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Esta exploración llevó a Serra a crear enormes curvas de acero que nos invitan a caminar a través y alrededor. Debido a que sus enormes esculturas requieren tiempo y movimiento para experimentarlas plenamente, Serra tuvo éxito en aquello que no pudo lograr a través de sus pinturas - nos convierte en el sujeto de su escultura -.
Colaborando con la Diferencia
Muchos artistas que trabajan colaborativamente hablan de permitir que la tensión entre dos puntos de vista divergentes haga avanzar su trabajo. El poder de esa tensión está bellamente descrita por los arquitectos Robert Venturi y Denise Scott Brown. Ellos han sido compañeros profesionales y personales desde la década de 1960 (se casaron en 1967), y describen cómo la diferencia es un componente crucial de sus vidas creativas.
Venturi comenta que a menudo piensa en algo que señaló el poeta T.S. Eliot: que el proceso creativo depende enormemente de la crítica. "No inventas todo el tiempo. Cuando tienes una idea, la pruebas, y luego la criticas. Trabajas la mayor parte del tiempo como crítico de tus propias ideas. Creo que Denise y yo somos muy críticos de nuestras propias ideas y las del otro".
Scott Brown responde: "Nosotros ponemos en marcha el proceso de diseño rebatiendo las ideas que están dando vueltas entre nosotros. Nuestras ideas rebotan. Cubrimos la idea del otro. A veces argumentamos. Yo digo, 'No creo que funcione de esta manera'. Él responde: 'Por supuesto que funciona'. Pero yo respondo: '¿No podrías considerar esto y aquello, hacerlo de esta manera?'. Y él, 'No, no, no puedes hacer eso'. Entonces, un día o dos más tarde él dirá, '¿Recuerdas lo que dijiste? Bueno, mira lo que hice'".
Las historias de estos artistas ofrecen inspiración. Es difícil crear cualquier cosa, y el proceso está a menudo lleno de obstáculos, fracasos y resistencia al cambio. Pero en el arte, como en la vida, estos desafíos pueden también revelar el borde por el cual brotarán nuevas ideas.
Julie Burstein es creadora y productora ejecutiva del Studio 360, programa de la radio pública semanal ganador del premio Peabody, producido en Nueva York, que explora el proceso artístico y creativo. Ella es autora de Spark: How Creativity Works (Harper 2011).
No hay comentarios:
Publicar un comentario